MOTÍN EN EL COUNTRY.
-Hola,
Larry ¡“the King” of de “periodistics”! ¡me enteré que estabas con el covicho,
fiera! ¡No me digas que vos también estuviste con Carmela! ¿Que no sea nabo? Ah..,
bueno discúlpame… ¿En serio tenes la
data que se va a armar terrible despelote en el Capitolio? Yo estoy en Miami
con Susana, esta vez no voy a poder
cubrir la nota para que vos luego le pongas la firma... ¿En serio, me pagas el pasaje
y quinientos dólares? ¡Salgo para allá, Larry!
Así
arrancó todo. Una ardua negociación con el número uno de la prensa gringa que
me catapultó al Capitolio para cubrir la ratificación de la investidura
presidencial de Joseph Biden.
Fue
nomás llegar al motín disfrazado de mitin, a escasas cuadras del Congreso, para verlo al Pato Trump parado en
un cajón de madera vociferando a sus masas un señero discurso de unidad y
confraternidad que haría palidecer al propio Lincoln.
-Gente
amada…bajen los rifles así los puedo ver a todos. Gracias por quererme tanto. Ustedes
saben que mi abogado Don Vito Giuliani presentó 8573 recursos de notable
fundamento, para revocar las elecciones que nos robaron en Arizona,
Pensilvania, Georgia, Michigan y Paso de los Toros. Y teníamos tanta razón que
casi ganamos uno. ¡Es que nos han robado la victoria queridos sicarios,
paramilitares y grupos de asalto, aquí presentes! Tenemos la prueba filmada que
en Georgia, en la ciudad de Smallville,
en el Condado de Robert E. Lee, hubo dos mesas donde los fiscales permitieron
votar a más negros que ciudadanos blancos de ley.
-¡Eso
es fraude, manyas ladrones! gritó con todas sus fuerzas el relator de “Pasión
Tricolor” que estaba a mi lado. ¡Esa gente estaba totalmente inhabilitada como
el delantero pelado que nos clavó en el último clásico!
Pero
Donald, sin siquiera contestarle, prosiguió con su denuncia de fraude electoral:
-¿Cómo
van a permitir sufragar a los latinos comunistas pro castristas marxistas
leninistas feministas belicistas de la ciudad Fidelillo, en Nuevo México? ¿Dónde está la racionalidad de esa
concesión antipatriótica? ¿Los jueces electorales, acaso no conocen la revolución cultural de mi amigo Mao? Por eso,
ahora marcharemos por Tomkinson Way… ¡directo
al Congreso, ya! Vamos a darle a nuestro
humilde pueblo de Wall Street, y a los
queridos compañeritos de Klu Klus Klan aquí presentes, que agitan sus pañuelos
de racismo a los cuatro vientos, la gotita de nafta que se precisa para prender
fuego sus corazones y los despachos de los demócratas que se crucen en su
camino. ¡Que Nixon los bendiga!
Y
fue así que arrancó la hermosa procesión ciudadana.
Una
suerte de motín pero sin Marlon Brando, no el Bounty; sí en el Country.
Ya
frente al Capitolio, a las puertas de ingreso al mismo, la caravana
variopinta de la paz, se detuvo ante una enorme pantalla gigante que trasmitía la ceremonia del recuento de votos de
delegados de cada estado, para confirmar el nuevo presidente de los EEUU.
En
ese magno recinto, el vicepresidente Mickey Pence iba leyendo los resultados de
cada estado con trémula pero objetiva voz. Así decía:
-Idaho:
dos votos supremacistas de calidad para el glorioso partido republicano.
Y
las bazookas de la procesión flameaban al viento.
-
Vermont: treinta votitos latinos de cuarta para los pichis demócratas.
Y
la gente trumpetista abucheaba y escupía con respeto.
La
ceremonia era previsible hasta que en un momento, pudo reconocerse en la pantalla,
una metálica y cilíndrica figura conocida por muchos de nosotros. Yo no podía
dar crédito a lo que veía. Creo que por motivos de seguridad el FBI no dejó
pasar la filmación al exterior. Pence se acercó a la figura; ella le dio un sobre y Mickey lo mostró al
Congreso y al mundo. Las caras de los representantes presentes en la sesión
eran de miedo real. La tensión era tremenda. Bastante nervioso, Pence abrió la carta y leyó en alta y gringa voz.
-Donald
Trump. 74 añitos. Vive en Florida. Ha dejado un tendal de deudas en Atlantic City.
Y ahora, de viejo, no quiere ponerse la tinta adecuada en su cabello.
-¡¡Oooooooh!!
Dijeron al unísono todos los congresistas.
Luego, Pence prosiguió su lectura, ya con una
mueca de satisfacción liberada.
-Además
Donald, no acepta el resultado de las elecciones pese a que perdió por millones
de votos, no ganó un solo recurso de fraude electoral, es racista, misógino, y le dice a sus votantes
que Ultratón es un demócrata encubierto al que le va a romper el oj..
Ahí,
sí. Fue el acabose. La llama que encendió la pradera de odio. Unos muchachos
que resultaron ser los Village People del siglo veintiuno, marcharon con el Dr. Salle, sin
enano pero con su megáfono, y comenzaron a trepar los muros perimetrales del Capitolio.
Ya en tierra firme, emprendieron un respetuoso diálogo con la guardia nacional,
entre palos y gases lacrimógenos. Como las cámaras seguían filmando pude ver a la
activista Irma Leites envuelta en una bandera confederada que decía “Plenaria,
memoria y garrote”, rompiendo varias estatuas del monumento de los veteranos de
Vietnam, al grito de: “palo y malo para los milicos imperialistas”.
Momentos
más tarde, unos conciudadanos del condado de la Ámsterdam de Peñarol, con sus
garrafas al hombro, se encargaron de destruir todo el despacho de Nancy Pelosi
mientras vociferaban: “va bala a la gallineta”.
Fue en
esta hermosa fiesta de la democracia, delante mío, que escuché decir a Joselo López mirando al cielo, y con lágrimas en sus ojos:
“ Y ahora si se quedan sin Presidente en el imperio ¿a quién le vamos a echar
la culpa de todos nuestros males?
El perenne sindicalista tenía razón. Un caso de acefalía de poder de esta magnitud era muy grave para
el orden mundial. Me estaba empezando a poner nervioso hasta que me sonó el teléfono.
Lo atendí para escuchar:
-Hola
Pepe, soy yo Juancito. Te vi en el la tele. Acá en Caracas están trasmitiendo
en vivo el despelote. Vos que sos un referente del Capitolio, decile a Nancy
que mientras no tengan presidente yo puedo ser el encargado. Es que con un solo
trabajo no me alcanza ni para pagarme los chalecos antibala, vos sabes bien lo
caro que está todo por estos pagos de Bolívar.
-Gracias,
Guaidó, por tu patriotismo ecuménico, le contesté emocionado.
Ya
más tranquilo ,mientras pasaban unos muchachos de la Asociación del Rifle con la
cabeza de mármol de Roosevelt bajo la axila de un barbudo, reflexioné.
¡Qué
gil que fui! ¡Cómo no me di cuenta! ¡Si la solución se caía de Maduro!
Pero
con minúscula.