“Es cierto que el
cielo prohíbe ciertos placeres, pero siempre hay maneras de concertar con él
algunas transacciones” Tartufo, escena IV.
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Asado intelectual. La barra volvía
del teatro. Debajo de un parral, en un jardín del barrio de la Bondiola, el acto primero
comenzó a escribirse de este modo.
-Che Pepe, ¿qué te pareció la obra?
me preguntó el Risa Medina.
-¡De
más! Por suerte, con mi carnet de prensa
del “Semanario El Pueblo” pude verla “gratarola”
y desde un lugar privilegiado, acogido
por la fina decadencia del teatro Stella.
En
puridad, el Risa trabaja de claqueur en el teatro, es un reidor profesional, de
carcajada hiper contagiosa y fue él que nos llevó a todos a ver la obra de Molière.
–Me gustaría
debatir si la obra les pareció actual, tiró el Profe Milton, mientras vaciaba un vaso de vino
clarete cortado con “pecsi”. Quiero recordarles que esta obra del 1664- inicialmente
de tres actos- fue prohibida, a influjo
de la Iglesia, justamente porque es un ataque a ciertos valores pseudos religiosos. Un tiro por elevación para los impostores o falsos devotos.
–Esas son cosas del pasado, de la prehistoria,
opinó con autoridad el Lento Rodríguez. ¿A quién le interesa hoy,
los problemas de la sociedad con una iglesia de hace más de cuatrocientos años?
A mí me pareció una obra aceptable, pero fuera de
época. Además hasta el nombre es demodé; ¿Tartufo?… ¡por favor!
-En realidad, estimado lenteja, Tartufo es como una suerte de meta lenguaje. Es el nombre de un hongo que crece bajo la tierra, tercié yo desde una sabiduría afrancesada que creía extinta.
-Ya entiendo Pepe. El tipo es un falso, que esconde sus verdaderas intenciones debajo de un manto de hipocresía ¿no? opinó con una precisión letal el Risa Medina.
-Estás iluminado Risa. Tal cual, le concedí con satisfacción.
-¡Pero no me van a decir que todas esas escenas entre siervos, nobles, y reyes les parecen actuales! ¡por favor! Cuando yo veía el drama de una hija que le tiene que pedir al padre permiso para casarse con su novio, me parecía mirar el canal “Volver” , versión diluviana, apuntó el Gordo Billetera entre risas de parte de la plebe que lo cobijaban.
-Sirvan otra copa de vino que les voy a explicar el tema desde otro costal, predijo el Profe Milton. Acto seguido, escupió con fina elegancia el carozo de una aceituna negra unos tres metros, sobre el cantero de los malvones. Molière era un genio. A partir de sus obras pueden verse reflejados los problemas de su época… y de la nuestra. Orgón, el padre de familia simboliza al Rey. Y Tartufo es de cierto modo, el “alcahuetaje” que rodea y aplaude al poder.
-Ah, ¿cómo el periodista que leyó la cadena del Presi? El tal bolita “Billar” que dice que le pagaron pero no, porque cobró pero casi nada , pues lo hizo gratis o al menos eso creyó.
-Algo así, Lento. Pero no te precipites que me interesa que el Profe culmine su exposición, acoté con autoridad.
Ante un inusitado silencio de la claque barrial Milton retomó su exposición.
-Para ser exactos, Molière no atacaba directamente al Rey, sino a la corte de falsos consejeros. A los “lambetas” de ayer, hoy y de siempre. A esa suerte de hiedras que se adhieren al poder para obtener sus ventajas personales. Y en su último acto, pretende demostrar que los problemas los debe resolver la justicia y no los alcahuetes. Luis XIV que no era ningún otario, comprendió cabalmente adonde apuntaba el padre de la comedia francesa, y por eso unos años más tarde, levantó la prohibición de la obra.
-Profe, ¿podemos pensar entonces que la criada Dorina en realidad es un estereotipo que representa al pueblo? preguntó con suspicacia el Risa Medina.
-Exactamente. Es una sirvienta que no es nada tonta. Tiene actitudes valientes y rebeldes frente a los caprichos de la autoridad. Ella se comunica desde un lenguaje llano y coloquial pero con una lógica popular de la que carecen varios personajes que supuestamente son más cultos.
-A mí la Señora Pernelle…¡ me hizo acordar a mi suegra!- recordó a media carcajada el Gordo Billetera- para agregar ; sobre todo en esa escena que critica todo lo que se mueve desde una histriónica y autoritaria comicidad.
-Todo bien, pero el final es poco
aleccionador. Cuando se descubre el
fraude de Tartufo, éste en lugar de ir preso,
da a entender que si él habla
todos van al muere. Por eso no lo
tocan. Nadie era trigo limpio; Orgón hacía negocios sucios, su esposa era
más “fácil” que la tabla del uno, su
hija estaba embarazada de su novio, la sirviente era la amante de su cuñad..
-Tranquilo, Lento, lo interrumpió
el Profesor. Esa es la versión que viste ayer en el teatro, con una estupenda actuación del gran actor Jorge Bolani en el rol de
Tartufo. Pero en la obra original , el
impostor va preso.
-Bueno, creo que al fin de cuentas,
tuvimos un final bien a la uruguaya concluyó el Gordo Billetera.
-¿Porqué decís eso? le pregunté.
- Pepe, acá , según
un fiscal de la nación, no puede ir preso un político de alto vuelto que en ALUR usó y abusó de su tarjeta corporativa , porque es un tema de
derecho privado… pese a que esa empresa es una colateral de ANCAP ¿No te das
cuenta que el “no te metas que se te puede destapar la olla” es un principio de actualidad bien criollo?
Un maní se me atragantó.
Y fue así que me quedé pensando cómo
nos viene “tartufeando” nuestra clase política desde hace muchos años.