Noche polar en el boliche “Legendarias del Camino”. Se
había juntado un malón con la certeza de que podían salir de las casas sin drama, porque los dos chorros del pueblo
La Adversidá, estaban engripados.
Para que tengan una idea del frío que hacía, sepan que La
Mirto colgaba las botellas de cerveza en la higuera del patio trasero del boliche y había que entrarlas en menos de
diez minutos porque sino explotaban.
Una estufa bien cargada de leña, donación no oficial de
Doña Carlota De Los Patricios, cobijaba la reunión. Las mujeres siempre con la cola
pegada al fuego, vaya uno a saber por qué.
Cuando el alcohol venía campeando, arrancó Exagerado
Fernández con su proseo.
-Una vuelta juimos
de pesca con El Piraña López al monte del Infierno, y cuando armamos las líneas,
me di cuenta que no teníamos carnada. Buscamos por todo el lugar y no
conseguimos nada. De repente veo que El Piraña tenía algo que le sobresalía en
la solapa. Una cosa cuadradita, como una insignia. Y me iluminé.
-Decíme Piraña, ¿vos el domingo comiste pasta?
-Ajá. Una raviolada de carne de golondrina especial.
-Ahí mesmito le manotié el raviol de la solapa y tiramos
el aparejo bien encarnao. Dos horas dispués juimos a revisar la pesca y sacamos
tres tarariras. Una chica, una mediana que se había comido a la primera, y una
grandota que se masticó a las otras dos. Y lo mejor de todo… el raviol estaba
en la panza de la tercera. Si no me creen pregúntenle al Piraña.
Pese a que el Piraña se había muerto hacía ya dos años, la historia pegó fuerte en la tenida.
Murmullos de aprobación se cruzaban cuando Bolazo Reyes copó la parada.
-Poca cosa ese cuentito, che. En ese mesmito monte, hace
un año, me quedé acampando una vuelta y
me ganó la noche. Estaba casi dormido cuando un olor a azufre me sobresaltó.
Sentí unos gruñidos, y dentre los montes apareció una figura de mandinga. Era
el Lobizón Pérez que se me venía a los bifes.
Una ola de miedo recorrió el salón. Gumersindo Pérez de
profesión tornero, había sido el novio oficial de la menor de las hermanas
Garrapiñada. Según cuenta la leyenda, una noche cuando fue a buscar a su novia,
cómo no la encontraba en el comedor de la casa, ingresó a su cuarto….Y fue allí
que vio salir por la ventana al propio Bolazo quien en calzoncillos gritaba:
“¡Mirá que sólo somos amigos!”.
Nunca más se lo vio a Gumersindo en La Adversidá. Las
viejas chusmas decían que como la Garrapiñada lo había engañado con siete
hombres distintos en la última semana, Gumersindo se había transformado en
lobizón.
-¿Y cómo supo que el lobizón era Gumersindo Pérez?, le preguntó
el Diente Silva, medio desconfiado, a Bolazo Reyes.
-Si bien era todo peludo, en la cara tenía el mesmo
bigotito que el Gumersindo. Por si juera poco era igual de tuerto y también
usaba un ojo de vidrio con los colores de Peñarol.
Frente a esos argumentos, se escucharon voces de miedo y admiración tipo: “¡Tremebundo!”, “¡Calamitante!”, “ ¡A la
maula!” y … “¡Ancap!” acotó el Diente al que no se ocurría ninguna palabra que
definiera mejor el desastre. Luego de ese corte de la platea, Bolazo reacomodó la prosa.
-Vi por la mirada del lobizón que era cuestión de
segundos para que me atacara. La bestia gruñía y estaba entuito erizao. Yo, estaba recién salido de la carpa y todavía hincado. Y en ese instante… reaccioné. Manotié del bolso
azul la bombacha cavada de La Garrapiñada que se había dejao olvidada en casa.
Me arrastré por el suelo y me puse
detrás de una pala que estaba clavada ahí nomás. Luego, bien arrodillao, estiré
de costao más de un metro, la bombacha de La Garrapiñada hasta que formé una
cruz. Me ricordé del tema de la Princesita Karina y mirando fijo al Lobizón le canté;
-¡Juera!, ¡Juera de mi vida, Juera! Y no sé si fue por la cruz, porque no le
gustaba la tropical, o por el olor de la bombacha, que el Lobizón Pérez pegó
terrible salto por encima mío y se perdió en la oscuridad.
La gente estaba en
un estado de paroxismo frenético comentando este fenomenal relato. La Mirto se
dio cuenta que del miedo de esta aparición,
los pelos de las piernas le habían traspasado las medias can-can. Para
disimular, se levantó y se puso a escuchar la radio galena que estaba al costado de la barra. Y
de repente pegó el grito:
-¡Cállense todos que va a hablar el Ministro!. Ahí nomás subió
el volumen al mango para que todos escucharan.
-Sr Ministro, le preguntó el cronista, ¿qué opina de la
situación del país?
-Le agradezco su pregunta. Realmente estamos muy
conformes con nuestro gobierno. La pobreza está casi derrotada, la inflación no
existe, hemos logrado abatir la desocupación, a la delincuencia la tenemos
controlada y la deuda externa es cada vez menor.
Un aplauso cerrado invadió el boliche. Y fue así, que en
forma resignada, Bolazo Reyes comentó:
-Con profesionales no se puede competir. La verdá que el
Ministro nos ganó por goleada.