Estábamos con un grupete de
amigos reunidos, en un asado bien regado, cuando me quedé profundamente dormido
en una reposera, ubicada debajo de un gomero. No puedo decir si fue un sueño o
una experiencia del más allá. Lo cierto que un tipo grandote y barbudo, de
patillas gruesas al estilo de la década de los setenta, con un abundante
entretejido de la “époque”, se apareció
de golpe para decirme:
-Periodista de cuarta,
despertate y poné atención a lo que te
voy a decir porque sino vas a ser boleta.
Quise levantarme pero con sólo sentir la
fuerza de su brazo derecho sobre mi hombro, me convencí que lo mejor era abrir bien las orejas y no intentar
nada.
-Quiero que le cuentes a los lectores de tu
país que son unos cornudos por decirlo en forma elegante. Cuando yo era un niño
en Clichy, leía historias en el Río de
la Plata sobre famoso el anarquismo
expropiador. Españoles, italianos y otros europeos que se fugaban del hambre y
del la expoliación burguesa habían adoptado
una modalidad un tanto peculiar, tanto
que se dedicaban a “expropiar” a los bancos.
-Así es señor, mi tío abuelo
me contó más de una vez el asalto del cambio Messina en el año 1928 que realizaron unos anarquistas españoles
en el que murieron varias personas. Pero debo decirle que detrás de cierta aura
de romanticismo, estos tipos eran muy
sanguinarios y su motivación bastante
dudosa. A propósito me puede decir ¿con quién tengo el gusto de escuchar?
-No te hagas el payaso que
te puedo romper todo. Me llamo Jacques Mesrine, fui considerado el enemigo
público número uno de Francia en la década del setenta del siglo pasado. Asaltaba bancos, secuestraba
millonarios, robaba casas suntuosas no solo en mi país sino en Canadá, Estados
Unidos y otros lares.
-Una joyita, con su permiso.
Conozco algo de su peculiar historia, además le gustaba dar notas en los
diarios y revistas mientras tenía a toda la policía de Francia en sus talones.
Ello sin contar que escribió un libro sobre
sus actos delictivos, y algunos asesinatos. Recuerdo que en un momento
pretendió justificar sus andanzas como un revolucionario que venía a destruir
el orden burgués.
-Veo que
pese a que la policía de Francia me acribilló a balazos en 1979, todavía sigo
vivo. Pero volviendo al tema que me
tiene mal, no comprendo cómo en Uruguay Uds. permiten que la red bancaria se
haya convertido en un verdadero expropiador de sus ahorros con la complicidad
de todo el aparato político.
-Señor
Mesrine, ¿puede ser más específico? Me interesa el tema.
-Más que
detalles te voy a contar la “hermosa” ley de intermediación financiera que han
creado en tu país los buenos para nada más, que no sea empalarlos. Los pagos de
los sueldos, los honorarios de los profesionales, las nuevas jubilaciones,
pensiones alimenticias, todo, absolutamente todo, no lo van a poder cobrar más
directamente. Y ello no es una opción
para el buen ciudadano, es “de pesado”, te guste o no. O sea; la platita primero va a pasar por la red bancaria para
que Gran Hermano sepa hasta el color de los calzoncillos que Uds. usan.
-Y supongo
que por esas módicas sumas manejadas a costillas de Juan Pueblo , la banca no nos va a dar un
carajo, sumado a que tampoco podremos disponer por día otro dinero que no sea el
que autoriza cada banco, le acoté a este gánster que ya me caía algo mejor.
-¡Por
supuesto! Todo sumado a que te podes
encontrar que los cajeros automáticos están vacíos en los fines de semana
largos. Ni sueñes con que te van a
atender mejor…hay bancos que cuando vas a depositar en el cajero, lo cierran un
ratito (de veinte a treinta minutos) mientras procesan los depósitos, y la
gilada parada esperando. ¡Una joyita, Pepe! Tu plata, fruto de tu yugo no es más tuya, sino de ellos.
- Lo
parió.
La verdad
que este tipo con un aire del Jean Paul Belmondo de la película ”A bout de soufle” me desacomodó.
Le iba a contestar cuando sentí como una especie de tortazo y la voz
inconfundible del Gordo Billetera que me decía:
-¡Bo, salame!,
el Turco Gandul ya hizo la cuenta; son trescientos setenta y cuatro pesos por barba, todo incluido.
Como
corresponde, metí la mano en el bosillo y cuando estaba contando la guita, el
Gordo Billetera me atajó:
-¿Qué hacés?
¿Tas loco? Ni se te ocurra darnos la plata. Apuntá bien; Banco Iteafano, Caja
de Ahorro Sucursal El Ensarte, Número 00 911
007. Cuando el cajero te ponga el
concepto, ni se te ocurra mentir. No vayas a poner “otros”, porque te mandan la
DGI.
Y fue allí,
en el fragor de la insania de los
tiempos que corren, cuando recordé la poesía del enorme Facundo Cabral, en su
fraseo de la canción “Vuele bajo”: “No crezca mi niño, no crezca jamás
Los grandes al mundo le
hacen mucho mal
El hombre ambiciona cada
día más
Y pierde el camino por querer volar”