_ ¡Hola Pepe! anoche estuve con el Dr. Wenceslao Bengoa y te manda
saludos.
_ ¡Un personaje el tordo! Como bien sabes, los Bengoa vienen de una noble familia vasca, unos con claras
inclinaciones a las artes, especialmente al canto, la poesía y a las narraciones, que sería la rama “juglaresca”
de los Bengoa Decirle…
_Y otros que descienden de los salteadores de caminos, reconvertidos en
abogados por una cuestión civilizatoria, lo cual tiene su lógica, como nuestro
amigo Wenceslao.
_ ¿Se puede saber qué fuiste a hacer a lo del “Wence”, Gordo?
_Tengo una relación de afecto de muchos años… con su perro.
_ ¿Con Johan Sebástian?
_ El mismo que no se llama así en honor al célebre compositor de “Les
Luthiers”, sino a que Bengoa era admirador de Johan Cruyff el crack holandés y
de Sebastián, el cumbiero cordobés, primo de Alcides. Cansado de que la gente
le corrigiera el acento a su perro, aceptó de buena gana germanizar a su escudero pero con una sola n en el nombre.
_ ¿Es cierto que está medio loco?
_ Nunca lo estuvo. Solo que es de pocas palabras. Además se cuida mucho
en las comidas, no consume alcohol, y hace ejercicio todos los días, por eso es
que ha envejecido de una forma notable.
_¿Wenceslao?
_No, Johan Sebástian. Wenceslao está destruido. Lo cierto es que el
doctor vino con un casete en su mano y me dijo que quiere que le hagas un
prólogo al estilo de les Luthiers, para
presentar este hallazgo inédito con el que piensa hacer unas tertulias y
recaudar unos mangos singulares.
Así fue como acepté el encargo del Gordo Billetera, quien primero me
narró los detalles del “hallazgo “ y luego me dejó un pequeño adelanto “a
cuenta”. El fruto de mi sabiduría lo paso a compartir con los miles de lectores
que me siguen (insultando).
“Desde niño, Wenceslao tuvo inclinaciones hacia la arqueología que lo
llevaron a realizar múltiples perforaciones. Con su balde y su palita de
plástico, el niño Wenceslaito, solía recorrer diversos lugares indómitos e
inexplorados de nuestra comarca, en los que hacía pequeños pocitos. A una de sus pequeñas excavaciones
de gurí, se la conoce como “Las canteras de La Paz". De un tiempo a la fecha, ya
mayor, es acompañado por su perro Johan Sebástian con quien discute de varios
temas, mientras penetran los terrenos de su jardín y adyacencias. Uno tira
tierra, vocifera y orina en los matorrales, mientras que el otro proyecta la
profundidad y lugar de la excavación con
las debidas paramétricas. Como es de suponer, los vecinos odian a “La bestia”
que los despierta de la siesta con alaridos, y profesan un cariño singular hacia
Johan Sebástian que con sus cálculos no molesta a nadie.
Con el correr de los años, Wenceslao escupe tierra al viento junto a sus
frases singulares, casi proféticas, cuando halla algún bien de valor
incalculable. ¡Viva la libertad, carajo! gritó al encontrar un par de grilletes
de la época de la esclavitud. ¡Hasta sucumbir! exclamó cuando se le vino abajo
la pared lateral de uno de sus pozos. ¡Ni una menos! fue su interjección ,al
encontrar un casillero con seis botellas “Mapái” de fino y excelso blend. No
está de más decir, que muchas de sus frases premonitorias y filosóficas, recorren
los caminos de la vecindad y son luego apropiadas (sin pagar derecho de autor) por políticos, organizaciones sociales y hasta
entrenadores de fútbol.
Y fue así que la semana pasada Wenceslao en forma desaforada espetó al
amanecer un singular : ¡El camino es la recompensa! mientras recorría una trinchera
de tres metros de profundidad y doce de largo donde Johan Sebástian había encontrado un casete,
casi que ancestral. Era un TDG , o un TBC o más bien un TKO no ese no, un …¡TDK!
para aquellos incrédulos que han superado las cinco décadas ( más IVA) y pueden
entender a lo que me refiero.
Al escuchar la grabación, Wenceslao estuvo seguro que era una obra inédita de Les Luthiers porque era una canción compartida con Los Chalchaleros, lo que era casi imposible de imaginar. Magia pura. Algo comparable a una canción ejecutada por Sinatra y LGante. Supo de entrada que se iba a llenar de dinero. Grande fue su desilusión cuando meses más tarde descubrió que esa grabación aunque poco conocida, no era ningún hallazgo. En cambio, Johan Sebastián se dio cuenta al instante en función de su admiración de larga data hacia el genial grupo de luteros del fino humor.
Ese cántico al pago de uno, al que siempre se quiere volver es una semblanza excepcional; exquisita, que vale la pena hoy recordar.
¡Con ustedes y previo al perdón a las damas presentes, les dejo esta
obra de notable envergadura!"
o pongan Añolargias de Les Luthiers en su buscador que suelen guardar en la cartera de la dama o en el bolsillo del caballero , metan play y disfruten.