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domingo, 6 de agosto de 2017

Vuele bajo.

                                               

Estábamos con un grupete de amigos reunidos, en un asado bien regado, cuando me quedé profundamente dormido en una reposera, ubicada debajo de un gomero. No puedo decir si fue un sueño o una experiencia del más allá. Lo cierto que un tipo grandote y barbudo, de patillas gruesas al estilo de la década de los setenta, con un abundante entretejido de la “époque”, se  apareció de golpe para decirme:
-Periodista de cuarta, despertate y  poné atención a lo que te voy a decir porque sino vas a ser boleta.
 Quise levantarme pero con sólo sentir la fuerza de su brazo derecho sobre mi hombro, me convencí que lo  mejor era abrir bien las orejas y no intentar nada.
 -Quiero que le cuentes a los lectores de tu país que son unos cornudos por decirlo en forma elegante. Cuando yo era un niño en Clichy,   leía historias en el Río de la Plata sobre  famoso el anarquismo expropiador. Españoles, italianos y otros europeos que se fugaban del hambre y del la expoliación burguesa   habían adoptado una modalidad un tanto peculiar,  tanto que  se dedicaban a  “expropiar” a los bancos.
-Así es señor, mi tío abuelo me contó más de una vez el asalto del cambio Messina  en el año  1928 que realizaron unos anarquistas españoles en el que murieron varias personas. Pero debo decirle que detrás de cierta aura de romanticismo, estos tipos  eran muy sanguinarios  y su motivación bastante dudosa. A propósito me puede decir ¿con quién tengo  el gusto de escuchar?
-No te hagas el payaso que te puedo romper todo. Me llamo Jacques Mesrine, fui considerado el enemigo público número uno de Francia en la década del setenta del  siglo pasado. Asaltaba bancos, secuestraba millonarios, robaba casas suntuosas no solo en mi país sino en Canadá, Estados Unidos y otros lares.
-Una joyita, con su permiso. Conozco algo de su peculiar historia, además le gustaba dar notas en los diarios y revistas mientras tenía a toda la policía de Francia en sus talones. Ello sin contar que escribió un libro sobre  sus actos delictivos, y algunos asesinatos. Recuerdo que en un momento pretendió justificar sus andanzas como un revolucionario que venía a destruir el orden burgués.
        -Veo que pese a que la policía de Francia me acribilló a balazos en 1979, todavía sigo vivo.  Pero volviendo al tema que me tiene mal, no comprendo cómo en Uruguay Uds. permiten que la red bancaria se haya convertido en un verdadero expropiador de sus ahorros con la complicidad de todo el aparato político.
        -Señor Mesrine, ¿puede ser más específico? Me interesa el tema.
        -Más que detalles te voy a contar la “hermosa” ley de intermediación financiera que han creado en tu país los buenos para nada más, que no sea empalarlos. Los pagos de los sueldos, los honorarios de los profesionales, las nuevas jubilaciones, pensiones alimenticias, todo, absolutamente todo, no lo van a poder cobrar más directamente. Y ello no  es una opción para el buen ciudadano, es “de pesado”, te guste o no. O sea; la platita  primero va a pasar por la red bancaria para que Gran Hermano sepa hasta el color de los calzoncillos que Uds. usan.
        -Y supongo que por esas módicas sumas manejadas a costillas  de Juan Pueblo , la banca no nos va a dar un carajo, sumado a que tampoco podremos disponer por día otro dinero que no sea el que autoriza cada banco, le acoté a este gánster que ya me caía algo mejor.
        -¡Por supuesto!  Todo sumado a que te podes encontrar que los cajeros automáticos están vacíos en los fines de semana largos.  Ni sueñes con que te van a atender mejor…hay bancos que cuando vas a depositar en el cajero, lo cierran un ratito (de veinte a treinta minutos) mientras procesan los depósitos, y la gilada parada esperando. ¡Una joyita, Pepe! Tu plata, fruto de tu  yugo no es más tuya, sino de ellos.
        - Lo parió. 
        La verdad que este tipo con un aire del Jean Paul Belmondo de  la película ”A bout de soufle” me desacomodó. Le iba a contestar cuando sentí como una especie de tortazo y la voz inconfundible del Gordo Billetera que me decía:
        -¡Bo, salame!, el Turco Gandul ya hizo la cuenta; son trescientos setenta y cuatro  pesos por barba, todo incluido.
        Como corresponde, metí la mano en el bosillo y cuando estaba contando la guita, el Gordo Billetera me atajó:
        -¿Qué hacés? ¿Tas loco? Ni se te ocurra darnos la plata. Apuntá bien; Banco Iteafano, Caja de Ahorro Sucursal El Ensarte, Número 00 911  007. Cuando el cajero te ponga  el concepto, ni se te ocurra mentir. No vayas a poner “otros”, porque te mandan la DGI.
        Y fue allí, en el fragor de la  insania de los tiempos que corren, cuando recordé la poesía del enorme Facundo Cabral, en su fraseo de la canción “Vuele bajo”:                                                                  “No crezca mi niño, no crezca jamás
                       Los grandes al mundo le hacen mucho mal
                       El hombre ambiciona cada día  más

                       Y pierde el camino por querer volar”